Hago balance del año que termina
y solo hay lágrimas en mis ojos, quizás algún atisbo de sonrisa a lo lejos
repasando los logros y trastadas (sobre todo esto último) de #Gusanito, pero no
son más que eso, sombras de lo que podían ser. Y es que, cuando lo malo ha sido
tan malo, lo bueno queda oculto, inadvertido entre los recuerdos y el dolor.
Hoy hago balance y un escalofrío recorre
mi espalda al pensar como era y como he cambiado en tan solo un año. Y es que
hay hechos, vivencias que te cambian de forma radical y aunque duela no hay
marcha atrás. Soy de esas personas que, cuando no está a gusto con algo, tiendo
a aislarme y aun así, siempre he sido muy detallista, preocupada por todo, y
pendiente de todos. Recuerdo los cumpleaños de todo el mundo, los nombres de
sus pequeños… cualquier dato que para la persona con la que estoy sea
importante y eso suele hacer que de alguna forma, la gente confíe en mí, y
termine siendo el paño de lágrimas de todo el mundo.
Pero en mi peor momento, cuando
más vulnerable era, me he sentido realmente sola. Es cierto que los primeros días
necesitaba esa soledad, necesitaba asimilar lo que sucedía a mí alrededor, comprender
que estaba pasando, y por qué no tenía a mi niña en brazos. Pero los meses han
pasado, y todas esas personas a las que consideraba amigos, todos esos para los
que fui paño de lágrimas, no han estado para mí.
Soy consciente de que es una situación realmente difícil, lo normal es no saber qué decir, los que aún no
son padres no entienden que siga llorando algo que nunca he tenido, a los que ya lo son o a los que están en la
dulce espera, les pone nerviosos estar conmigo, porque les hace conscientes de
que hay otra realizad que puede suceder y eso da miedo, da mucho miedo. Quizás
porque piensan que ya ha pasado el tiempo suficiente como para que lo haya ‘superado’, solo quien ha pasado por
esto sabe que no se olvida ni se supera
nunca, solo aprendes a vivir con el dolor.
Pero todo esto me ha servido de
mucho, he cambiado si y mucho más de lo que hubiera imaginado, supongo que en
el fondo, muy en el fondo, sigo siendo la misma detallista empedernida,
preocupada por todo y por todos los que
me importan, solo que ahora el circulo de la gente que me importa se ha reducido
drásticamente.
En el contrapunto, diré que esta
horrible experiencia me ha unido muchísimo más (si es que se podía) a #MiMedioMandarino, que ha sido y es mi soporte, mi guía. He visto crecer, demasiado deprisa quizás, a
mi pequeño, que se está convirtiendo en todo un hombrecito con casi 3 años. He
conocido a gente maravillosa, que me comprende, que me apoya y sobre todo que
me acompaña. Porque no necesito palabras de consuelo, que sin querer
menosprecian mi dolor, solo que estén ahí. Estoy aprendiendo a ver quiénes son
realmente mis amigos, y quien solo está por interés.
Pero lo más importante es que
estoy aprendiendo a conocerme y a respetarme, soy mucho más tolerante, estoy
buscando nuevas aficiones, nuevas metas. Estoy aprendiendo a darme tiempo.
Quizás si hubiera salido nuestro
ansiado arcoíris, el año que termina tendría una luz de esperanza… yo por mi
parte solo quiero que pasen estos tres días lo más rápidamente posible y que
termine de una vez este horrible y fatídico año.