lunes, 27 de junio de 2016

La historia de Emma (III parte)

... Regresamos a aquel despacho lleno de papeles y cajas convertido en una improvisada sala de espera, quizás para intentar amenizar lo máximo posible nuestra estancia, quizás para que no molestáramos al resto de familias felices que, ajenos a nuestra realidad, esperaban emocionados ver a sus pequeños. La doctora nos estaba esperando, nos dio los papeles y nos dijo que nos había pedido cita para el día siguiente con un neuropediatra que nos ayudaría a tomar la horrible decisión, era un médico privado que no trabajaba con seguros médicos, pero según la doctora era el mejor en su campo y sería mucho más optimista que ella, quizás aun había algo de esperanza.

Nos fuimos a casa entre silencio y lágrimas, me acosté. Mis padres se ocuparon de #Gusanito, yo no hablaba, no reaccionaba, solo lloraba. Me dieron calmantes y al final creo que conseguí dormir algo. A la mañana siguiente quise ir con #MiMedioMandarino a entregar los malditos papeles para solicitar el comité. Había un problema con los ordenadores o algo así y tenían un jaleo tremendo, había muchísimas niñas, no podían atender a nadie, la gente estaba crispada y yo solo lloraba en silencio. Teníamos que ir a la consulta de nuestra ginecóloga y decidimos irnos y volver luego, pero entonces el guarda de seguridad que vio mi enorme barriga de ocho meses, pidió a una de las funcionarias que nos atendiera, la funcionaria nos metió en el despacho ante el cabreo del resto de niñas que esperaban con sus madres a que les dieran carta blanca para quitarse el problema del medio. Le entregamos todos los papeles y ella bastante borde nos dejó muy claro que solicitar el comité no quería decir que nos lo fueran a aprobar, que con lo avanzado del embarazo seguramente nos lo rechazarían y que no esperáramos respuesta antes de al menos 7 días. 

Fuimos a ver a la ginecóloga, ya lo sabía, le había llamado la otra doctora y había estado en contacto con mi marido, me abrazó. Sus palabras y expectativas fueron las mismas que las de la doctora y las del doctor que nos hizo la neuroresonancia. Llamó a varios médicos delante nuestra para intentar acelerar la respuesta del comité, que suelen tardar unos diez días, nosotros no teníamos tanto tiempo. Y nos dio el contacto de una clínica en Francia por si nos lo rechazaban, las palabras de la funcionaria habían dejado huella. Nos dio otro informe y nos dijo que lo lleváramos rápidamente para que lo adjuntaran a lo que ya habíamos entregado. Llegamos otra vez al ministerio, habían arreglado la red pero el retraso era patente, el mismo guardia nos cogió el informe y prácticamente obligo a la funcionaria (bastante indignada) a que nos atendiera.

Una vez en casa, no fui capaz de comer nada, a las cuatro teníamos cita con el neuropediatra. Allí me enteré que esté señor era otra gran eminencia en el campo, pediatra de los hijos de futbolistas y famosos... no daba cita y nos había cogido como otro favor a la doctora. Cuando entramos miró todos los informes y pruebas sin decir nada y nos preguntó "¿Que es lo que queréis?, ya habéis solicitado el comité, no necesitáis mi informe" la respuesta era clara, queríamos que nos dijera que la niña podía vivir, que no era tan horrible, que podría tener una vida digna, aunque no fuera normal, queríamos que nos dijera que había esperanza. Pero no fue así. "Su niña será un vegetal toda la vida, si sobrevive al parto", "este tipo de niños fallece a los dos, tres años, normalmente de inanición", "el tiempo que viva, lo hará conectada a una máquina para respirar y comer", "las lesiones son extremadamente graves, para esto no hay cura ni tratamiento",  "es prácticamente como una muerte cerebral", "nunca he aconsejado la interrupción de un embarazo, sin embargo en su caso, si deciden hacerlo, sera lo más humano"... esas palabras aún resuenan en mi cabeza. Yo seguía sedada y solo lloraba, era como si no estuviera allí, una mera espectadora de mi vida. 

Llegamos a casa devastados, la decisión estaba prácticamente tomada, no podíamos hacerle eso a nuestra niña, como podíamos dejarla morir de hambre, nunca escucharía nuestras nanas, ni la calmarían nuestros brazos, simplemente aunque su corazón latiera, no estaría allí. y entre el dolor y la desesperación llegó el miedo, yo estaba ya de 36 semanas, que ocurriría si nos denegaban la interrupción, el parto como tal seguía siendo muy peligroso, todos los médicos nos decían que aquello era imposible con el diagnostico pero... aquella horrible funcionaria había sembrado la semilla del miedo. Mi marido comenzó las gestiones para irnos directamente a Francia si nos la denegaban, contacto con la clínica, con un hotel, en Francia el comité se reúne los martes, nos iríamos casi a la semana 38, y #Gusanito nació de 37, no íbamos a llegar :(

Pasamos el peor fin de semana de nuestra vida, yo me pasaba el día llorando en la cama, menos mal que los abuelos cuidaban de #Gusanito, le sacaban al parque, lo mantenían ocupado para que viera lo menos posible de lo que sucedía en casa, pero con dos años mi  pequeño no es tonto y lo entendía todo. Yo me pasaba el día llorando, con tranquilizantes y sin apenas hablar. No quería sentirla, si no podía tenerla. Quería que me la sacaran ya, era una tortura seguir sintiendo sus patadas (aunque solo fueran convulsiones) sabiendo lo que le íbamos a hacer. Y a la vez me sentía la peor madre del mundo, me odiaba a mi misma, creo que en el fondo quería que nos denegaran la interrupción y que fuera lo que tuviera que ser. 

El martes por la mañana mientras mi marido iba a recoger a mi hermana a la estación, me llamaron del ministerio, tenía que ir a recoger la resolución. En cuanto llegaron nos fuimos directos, nos dejaron en la sala de espera, hoy casi vacía, una mujer con bastante barriga, llorando, me abrazó y me dijo, "en este lugar no entienden nuestro dolor". Cuando entramos, la misma funcionaria que las otras veces, nos entregó sonriendo el sobre, mientras yo lloraba, "pero no llores mujer, si era lo que queríais", no señora, yo no quería tener que MATAR a mi bebe. Nos dijo que había tres clínicas para el proceso y que si teníamos preferencia por alguna, la doctora nos había recomendado la Clínica Isadora, porque decía que el trato era el más humano. La funcionaria llamo, y mientras hablaba con ellos por teléfono me miró y dijo al auricular "No, no es gorda, es normal", aquello fue un preludio de lo que nos esperaba en aquel horrible lugar. Nos mandaron directamente a que nos valoraran para que nos dieran cita, y directamente nos fuimos para allá... 

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1 comentario:

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